lunes, 24 de agosto de 2009

Hobbes, Locke, Rousseau, Kant, San Agustín.

Reflexiones en torno a la concepción del Estado a partir de la guerra.

El presente escrito pretende exponer algunas de las posiciones más representativas sobre la constitución del Estado a partir de la filosofía de Thomas Hobbes, no es un trabajo detallado sobre filosofía política, es una humilde reflexión sobre algunos asuntos que tuvieron como objeto la organización política de una sociedad a partir de una seria de alternativas que buscaban la protección de la vida y el bienestar de las sociedades.

En Thomas Hobbes, la naturaleza de la acción humana está determinada por las pasiones, las pasiones o deseos como movimientos de atracción o aversión, acercamiento o huida que van determinando las acciones humanas, de hecho el bien y el mal se pueden relacionar respectivamente como denominaciones que se refieren a lo agradable o lo útil y provechoso y a lo desagradable que es lo inútil y dañino.

La consecuencia de lo anterior es que exista en los hombres “un deseo perpetuo e insaciable de poder”, para satisfacer las apetencias ante sus iguales, ese deseo de poder y de reconocimiento, hace ver al otro como una competencia a la que queda utilizarla o eliminarla, el uso libre de ese poder, por “derecho natural”, hace de los hombres unos seres antisociales que los lleva al estado de naturaleza que no es otro que el estado de guerra, “el hombre es un lobo para el hombre”.

En el estado natural de guerra las concepciones de justicia o injusticia no tienen cabida, es el temor a perder la vida, ya que el otro es una amenaza, lo que sienta las bases para consolidar un pacto de paz fundamentada en leyes naturales que constituyen las primeras leyes morales que no toda la comunidad está dispuesta a obedecer a menos que exista la presencia de un poder común que oblígue a todos al respecto.

La consecuencia de todo lo anterior es la constitución de un Estado Absoluto que es el único que puede poner fin a la inseguridad propia del estado de naturaleza, se hace necesario entonces un pacto entre todos los individuos que consiste en la delegación de todo el poder a un hombre o a una asamblea para reducir las voluntades individuales a una sola voluntad., es así como se cancela el estado natural y aparece el estado político que garantiza la paz, la seguridad, la propiedad y el pequeño márgen de libertad que le queda al hombre.

En Hobbes es evidente que el miedo y el egoísmo del hombre lo lleva a un estado de guerra que sólo puede superarse con la constitución de un poder externo a él mismo denominado estado absoluto o Leviatán. Algunos filósofos posteriores trataron de refutar o afirmar la postura de Hobbes en los siguientes sentidos.

Por ejemplo en Locke el estado de naturaleza es un estado de paz o de profunda armonía que consiste en que cada cuál tiene unos derechos naturales, vida, libertad y propiedad cuando el otro se convierte en una amenaza para mi libertad se entra en estado de guerra que es el estado de conflicto, la diferencia es radical, el estado de naturaleza en Locke es de paz, mientras que el estado de guerra es lícito en la medida en que me sienta amenazado y no exista un poder externo que me garantice seguridad, para evitar ese estado de guerra debe existir un juez denominado estado de sociedad civil que será el encargado de regular las diferencias entre los individuos.

Las instancias necesarias para la sociedad civil son: “una ley establecida , aceptada, conocida y firme que sirva por común consenso de norma de lo justo y de lo injusto y de medida común” y en segundo lugar un “juez reconocido e imparcial”.

Según lo anterior se puede inferir que la constitución del Estado es consecuencia de la guerra, que sin una ley policial, absoluta, sin una institución que esté presente en todos los ámbitos sociales es imposible el orden social, es necesario un estado absoluto, soberano que controle las acciones humanas, que regule el comportamiento de los hombres.

De hecho, en la “paz perpetua” Kant afirma que para evitar las guerras los individuos se deben someter a las leyes del Estado, ellos han de “consentir leyes que estén por encima de ellos para evitar las guerras”, que en el caso de Kant sería una asamblea supranacional, en “Ideas para una historia universal en clave cosmopolita” afirma que la historia está determinada por leyes constantes y universales de la naturaleza, y el medio que utiliza la naturaleza para el desarrollo de la historia del hombre es la lucha y la discordia, muy parecido al planteamiento de Hegel que afirma que el motor de la historia es una lucha dialéctica entre la tesis, la antitesis y la síntesis, el antagonismo kantiano nos fuerza a la instauración de un derecho civil o la construcción de una sociedad más racional y más libre para regular la lucha.

El problema anterior es que para Kant el hombre el libre, es decir, no puede estar sometido a una ley exterior sino que el hombre está sujeto a sí mismo, no a leyes externas, si la historia está sujeta a una ley, se supone entonces que hay un hilo conductor en la acción humana y que la conducta del hombre está determinada, obviamente la determinación impulsa al hombre a actuar por deber para no dejarse dominar de la mala voluntad.

Pero en “la paz perpetua”, Kant admite y confirma el derecho de guerra como último recurso cuando un estado se siente amenazado, la guerra se justifica no sólo en el caso de invasión sino también en caso de amenaza, ahora, a diferencia de Locke, la guerra no puede ser punitiva, ni de exterminio, en Kant cuando un Estado es vencedor sólo puede obligar al vencido a desembolsar los gastos de la guerra. Se podría decir en este caso que Kant humaniza la guerra, si es correcto utilizar esos términos.

Lo que se pone en cuestión es si no existe otra forma de ver la realidad o de constituir el Estado que no sea partiendo de la guerra, o sacando a flote la constitución del hombre como un ser inclinado a la maldad, desde las diferentes posiciones es imposible pensar en otra posibilidad, si se toma como referente a Rousseau, se puede decir que el hombre por naturaleza es bueno y libre, pero debe existir una forma contractual que permita la conservación de la bondad y la libertad del hombre en palabras de Rousseau: “Quiero averiguar si, en el orden civil, puede haber alguna regla de administración legítima y segura, tomando a los hombres tal y como son y las leyes tal como pueden ser”, el contrato en Rousseau consistirá entonces en “una forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común a la persona y a los bienes de cada asociado, y por la cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y permanezca tan libre como antes”, desde ésta visión se constituye el Estado de forma colectiva, pero se mantiene la libertad originaria, que reside en la sumisión derivada de la voluntad general, cabe aclarar que se confía tanto en la libertad del hombre porque se supone su estado de bondad en forma natural.

Ahora, ¿por qué se rompe el estado de naturaleza en Rousseau?, la sociabilidad es un peligro porque produce la degradación del hombre desde su inocencia original, las desigualdades sociales se dan por la aparición de la propiedad que lanza al hombre a una carrera por la riqueza , desarrollando sus facultades para beneficiarse de los demás y a partir de allí de ese estado de dominación se produce el estado de guerra. La diferencia entre Rousseau, Hobbes y Locke, según Rousseau es que ellos muestran al hombre tal como han llegado a ser pero no como es, desde las primeras y más sencillas operaciones del alma, donde se perciben el amor de sí y la piedad, distinto a Hobbes que percibe el deseo insaciable de poder y el egoísmo.

Hasta el momento se puede ver que la constitución del Estado como tal no es ni ha sido más que el resultado de la guerra, y se necesita para la regulación de la guerra, de hecho, el Estado en los casos anteriores y valga la aclaración, es el legalizador y a la vez el legitimador de las normas que se imponen para regular el comportamiento de los hombres sea como individuos o como miembros de un grupo social, el tomar posición frente a un autor u otro implica desconocer los alcances de las maravillas teóricas que hicieron, pero si se pueden rescatar algunas posiciones importantes.

Lo primero es que Thomas Hobbes, llega a sus conclusiones a partir de una realidad que es evidente, el hombre por naturaleza llega a un estado de guerra y es absolutamente necesario que exista un poder externo a él mismo para garantizar la preservación de la vida, la seguridad, la propiedad y el pequeño márgen de libertad que al hombre le queda, en el Estado quedan consignadas entonces las leyes naturales como la parte no escrita de la ley y la ley civil como la parte escrita, que recibe obediencia absoluta, y que tiene como nervios las recompensas y castigos que ordenan el comportamiento de los ciudadanos.

Lo interesante de Emmanuel Kant, es que en la paz perpetua, la guerra llega a una salida no sangrienta, no hay ni punición ni exterminio como ha funcionado en la historia, por el contrario se propone el pago o el desembolso de los gastos de la guerra. En Locke es importante ver la constitución de la sociedad civil para evitar los atropellos que se pudieran dar en el estado de guerra, producto de la violación del estado de naturaleza, pero no se desconoce la esencia mercenaria de su posición y en Rousseau es muy importante ver el Estado como una forma de asociación defensora y protectora, rectora de la voluntad general.

Las visiones anteriores dan una pequeña presentación sobre la constitución de las leyes a partir de la naturaleza del hombre, lo importante de todo es que la discusión surge a partir de Thomas Hobbes que percibe y vislumbra una realidad tangible, existente, pero que propone una solución y un modelo que ha sido la base y el principio para las construcciones institucionales de la sociedad actual.
La política se convierte en el equilibrio del desorden que imprimen las pasiones en el ser humano, si se fuera a hablar de lo ideal o lo real de algunos de los planteamientos anteriores, se puede decir que el planteamiento de Rousseau implica una idealización del comportamiento humano, mientras que el postulado Hobbesiano no es más que el retrato de la psicología natural del hombre y su solución la más precisa y adecuada para poder gobernar y ordenar los comportamientos en la sociedad.

En Kant es importante notar que la guerra aparece como última opción sin tener unas consecuencias nefastas sobre los vencidos, la oportunidad de reparar el daño, pero también de recuperarse después de una derrota. En Locke la situación sí es delicada, porque el estado de guerra implíca una licencia para acabar con la vida del otro cuando la mía corre peligro, incluso cuando mi propiedad corre peligro, si el asunto se decidiera a nivel de defensa propia como último recurso sería razonable, pero Locke lo toma como una opción preventiva y es realmente preocupante.

Para terminar cito a San Agustín: “Quién considere en cierto modo las cosas humanas y la naturaleza común, advertirá que así como no hay quién no guste de alegrarse, tampoco hay quién no guste de tener paz. Pues hasta los mismos que desean la guerra apetecen vencer, y, guerreando, llegar a una gloriosa paz. ¿Qué otra cosa es la victoria sino la sujeción de los contrarios? Lo cual conseguido, sobreviene la paz. Así que con intención de la paz se sustenta también la guerra, aun por los que ejercitan el arte de la guerra siendo generales, mandando y peleando. Por donde consta que la paz es el deseado fin de la guerra, porque todos los hombres, aun con la guerra buscan la paz, pero ninguno con la paz busca la guerra. (…) Todos pues, desean tener paz con los suyos, cuando quieren que vivan a su albedrío; porque aun aquellos a quienes hacen la guerra, los quieren, si pueden, hacer suyos, y en habiéndolos sujetado, imponerles las leyes de su paz. (…) Cuanto más inclinado es el hombre y le conducen en cierto modo las leyes de su naturaleza a buscar la sociedad y conservar la paz en cuanto está de su parte con los demás hombres, pues aun los malos sostienen guerra por la paz de los suyos; y a todos , si pudiesen, los querrían hacer suyos, para que todos y todas las cosas sirviesen a uno; y ¿de qué manera podría conseguirlo sino haciendo, o por amor, o por temor, que todos consientan convengan en su paz?”. La ciudad de Dios, libro XIX, capítulo 12.

Para finalizar no queda sino decir como afirma San Agustín: “Donde no hay justicia, no hay república” y esto implíca la unión entre la moral y la razón del Estado que puede moderar las condiciones y las normas a la hora de constituir un Estado Absoluto.

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