martes, 21 de julio de 2009

Guerra Justa

“El culpable de transgredir la ley natural se convierte en un peligro para el género humano y por eso puede ser justamente eliminado”. John Locke.
La guerra se puede denominar como el derecho de un Estado a atacar a otro Estado, los pueblos que empuñan las armas contra otros pueblos afirman hacerlo por causas justas, el término guerra justa siempre se ha utilizado para justificar las peores barbaries acusando al enemigo de sostener una causa injusta, la derrota siempre ha sido la herramienta para probar la culpabilidad de los contendores, justificando actos violentos seguidos después de la derrota, siempre, en la historia de la humanidad, ha existido la relación amigo- enemigo que niega cualquier responsabilidad frente a crímenes humanos.
La guerra se transforma así en un crímen, la humanidad se convierte en bestialidad, de ahí que no existan guerras justas, ni razones morales, generandose de esta manera las crisis humanitarias. San Agustín habla en La ciudad de Dios, libro XIX, capítulo 12 al respecto:
“Quién considere en cierto modo las cosas humanas y la naturaleza común, advertirá que así como no hay quién no guste de alegrarse, tampoco hay quién no guste de tener paz. Pues hasta los mismos que desean la guerra apetecen vencer, y, guerreando, llegar a una gloriosa paz. ¿Qué otra cosa es la victoria sino la sujeción de los contrarios? Lo cual conseguido, sobreviene la paz. Así que con intención de la paz se sustenta también la guerra, aun por los que ejercitan el arte de la guerra siendo generales, mandando y peleando. Por donde consta que la paz es el deseado fin de la guerra, porque todos los hombres, aun con la guerra buscan la paz, pero ninguno con la paz busca la guerra”.
Para San Agustín, el objeto de toda guerra es la paz, lo que permite legitimar una guerra justa, para Hobbes la guerra es la conservación de la política por otros medios, Marco Tulio Cicerón afirma: “Las leyes callan cuando las armas hablan”, pero estas afirmaciones ponen en cuestión el papel de los actores armados y civiles, porque la agresión siempre se ha justicado en legítima defensa, pero la legítima defensa deja civiles inocentes muertos, ciudades devastadas y aunque el recurso a la guerra ha sido limitado por el Pacto de la Sociedad de las Naciones, luego prohibido por el pacto de París y por la carta de las Naciones Unidas, el recurso a la guerra sigue latente y se ejerce de manera continua en cualquier tipo de conflicto.
Cuando se utilizan todos los medios para la guerra, se elimina la paz, si se fuera a hablar de justicia no hay mejor referente que el libro I, de la República, donde Trasímaco el interlocutor más notable de Socrates, repite las mismas tesis de Calicles: el derecho es el de el más fuerte, cometer la injusticia es mejor que sufrirla, haciendo que Sócrates defienda que el justo es más feliz que el injusto sin llegar a ninguna definición de justicia.
Constitucionalmente el jefe de Estado establece los mecanismos para ejercer la paz, de ahí que surja el recurso a las armas a la amnistia o al estado de excepción, porque se hace, porque la norma no impera en el caos, de hecho la norma necesita de la normalidad para operar, para que los hechos sociales funcionen bien. En estado de guerra, la guerra se escapa a toda reglamentación, en caso de agresión las leyes y costumbres no se aplican a ninguno de los actores en conflicto.
Lo que diferencia a un intelectual de muchos agentes bélicos es la capacidad discursiva para eliminar el recurso de la guerra, cuando hay debate, cuando la palbra toma su lugar no hay motivos para que la guerra aparezca, es más no hay justificación para que el debate, el discurso tomen formas de violencia y generen conflictos armados, cuando se da este último caso la ley del más fuerte se apropia del poder y surge el absolutismo.
En el caso de la guerra la justicia debe hacer una distinción absoluta entre el agresor y la víctima, es injusto que el derecho internacional humanitario ponga en el mismo plano al agresor y a la víctima de la agresión, de forma contraria se debería proteger a la víctima para impedir el ataque del agresor y finalmente, castigar al agresor, dado que el Estado agresor se pone a sí mismo por fuera de la ley y mucho menos debe gozar de derechos porque se fundarían en un Estado ilícito.

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